¿Recuerdas cuando el médico comprobaba la frecuencia cardiaca del feto durante las consultas prenatales? Te darías cuenta entonces de que el ritmo era muy veloz. En el útero, la frecuencia cardiaca del bebe es, de media, de 120 a 160 latidos por minuto, una velocidad que se mantiene durante todo el periodo posterior. Sus latidos se aceleran con la actividad física y se vuelven más lentos cuando duerme.

Cuando nace el bebé, se producen cambios importantes en su circulación. Mientras está en el útero, como no utiliza los pulmones para respirar, una estructura llamada conducto arterial deriva gran parte de la sangre de los primeros días tras el nacimiento, lo que indica cambios en la circulación sanguínea. Este soplo, que se conoce como conducto arterial persistente, suele ser normal. No obstante, algunos soplos deben ser observados de cerca, concretamente con un ecocardiograma. Incluso si el cardiólogo descubre soplos por pequeños problemas estructurales - como un espacio pequeño en el tabique del corazón-, muchos desaparecen por si solos. Si a tu bebé le diagnostican un soplo, háblalo con el pediatra o con el cardiólogo especializado en este tipo de casos. 

Fuente: Stone, Eddleman & Duenwald 

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